El café del
desayuno.
Madrugar,
empujados de la cama por la rutina. Como esclavos de la energía que nos da para
afrontar, otra mañana más, un nuevo día. Sólo o acompañado, pero siempre
rápido. Sólo o con leche, eso siempre al gusto.
Mi preferido, el café de media tarde, lento y tranquilo, y si es contigo,
me da igual descafeinado.
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