martes, 29 de diciembre de 2015

Y al tesoro perfecto, lo cubrió la tormenta.




“Vaya ironía: vivimos olvidados de la enfermedad del olvido; y sólo la recordamos cuando empezamos a dejar de recordar. Paradojas del ser humano: el valor de las cosas no lo da tenerlas, sino perderlas. Y la memoria es el mayor patrimonio del ser humano.”
21 de septiembre, día mundial del Alzheimer. Hoy, a 29 de diciembre, me parece un día estupendo para recordarles. Hoy, un día como otro cualquiera.
Desde hace algunas semanas, paso varias horas del día en una residencia geriátrica. Hasta ahora, había oído hablar del Alzheimer como de otras muchas enfermedades, que en mi carrera se estudian. Que cierto es aquello de que una cosa es la teoría y otra muy distinta la práctica…
Admiro profundamente a sus cuidadores. Familias llenas de ilusión y paciencia, luchadoras y constantes. Son verdaderos héroes que acompañan y dan cariño a esa persona, buscando sólo a cambio, un instante de lucidez. Unos minutos en los que ser reconocidos, y recompensados. Una sonrisa llena de cariño, una mirada llena de verdad.
Hace unos días, pregunté a una residente a ver si recordaba en qué año estábamos,
   -     Pues fíjate bonita, ahora mismo no lo recuerdo.
   -     ¿Y en qué época del año?
   -     Se acerca el otoño, ¿puede ser? Me dijo.
Le contesté, consciente de su desorientación, que sí, que este año tardaba en llegar el frío.
A los pocos minutos me dijo:
   -     ¿Sabes lo que más voy a echar en falta estas Navidades? A mi marido. Todos los años compraba él el turrón, nunca se olvidó de comprarlo. Y este año…
Este año disfrutarás de tus hijos, nietos y bisnietos, le dije. Se quedó feliz, y me contó lo grandes que se estaban haciendo todos. Ese ratito disfrutó.  

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